Lo último

Archivo PDF

Lo feo de enfermarse, y más cuando estás viajando


Ir a un hospital es feo, pero más feo es que te inyecten suero una vez,  por la mañana, que los síntomas no paren y que después te inyecten otra vez, que te duela y encima que se te hinche una vena y que la enfermera ni responda cuando la llamas.
Si, es horrible y más cuando viajas. Si bien no estuve sola, no es lo mismo que estar en tu país. 


Los médicos y la enfermera, la más simpática supuestamente, me decían que estaba nerviosa. No paraba de vomitar y tenía dolores de estómago.¡ Como para no estar nerviosa!

Eso duró un día pero pareció eterno. Lo malo siempre parece eterno. Parece que nunca se fuera a acabar. Que estás en un suplicio. Un castigo o algo que te mandó el diablo. La cosa es que es horrible. Sentís que no sos dueña de tu cuerpo y que algo externo lo domina. Que no sabés lo que te pasa y que nadie puede ayudarte. 

Ya me había pasado de estar vomitando en otro país pero no hasta el punto de ponerme suero. Y es horrible también.

Pero entonces ahora también conozco un país desde el lado de paciente. Y no es lo mejor que te puede pasar pero es una opción, y es viable.

En Venezuela dos veces tuve que hacer uso del servicio de la salud médica. La primera vez fue porque tenía todos los síntomas, muy feos, del chikunguña, que es un mosquito que ocasiona efectos similares al dengue: vómitos, zarpullidos, dolores muy fuertes de articulaciones y fiebre alta Todo
eso tuve apenas llegué al país.

No necesité internarme en ese momento porque el médico dijo que era viral. Me colocaron una inyección y al rato casi me había aliviado.

En la segunda ocasión fue más complejo. Me llevaron dos veces al hospital, me pusieron suero y calmantes, y los síntomas no pasaban. Tuve que volver y me pasó lo mismo. La simpática de la  enfermera de la mañana no estaba y en cambio una mujer adulta y algo rellena me puso .
una inyección que me hizo doler y, como si fuera poco, me dijo amargamente que bajara los pies de la cama.



Tengo que reconocer que la atención, en general, fue rápida. Me hicieron análisis y a las horas estaban los resultados aunque para dos tuve que pagar porque en el hospital no había reactivos.  
También existe en este país los llamados CDI ( Centro de diagnóstico integral), que son lugares más pequeños de atención,y sirven para descongestionar a los hospitales.

Esto fue a raíz de la creación de una misión que hizo Chavez hace algunos años donde vinieron  médicos cubanos, quienes argumentan que eso existe gracias a ellos. Lo que si me parece es que estos médicos cubanos son poco explicativos porque cuando pregunté por un estudio me respondieron que me iba a explicar el especialista.

No sé si por cuestión de nacionalismos o ideas políticas pero la forma de comunicar es totalmente diferente. Si no insistís no te responden. Aunque esto es generalizado por estos lugares. Si indagás mucho acerca de tu salud te pueden responder, como me pasó, que pregunto mucho.

La profesión de periodista, la curiosidad y las ganas de saber sobre la salud de una parecen no ser compatibles con algunos médicos que son reacios a la verdad.



Diálogos y respuestas raras...


Siempre me sorprenden, y por eso de ahora en más, voy a escribir todos los diálogos que considere interesantes, raros, desubicados o fuera de la normalidad.
Este diálogo en realidad es de segunda persona. Quiero decir que a mí me lo contaron pero, como me causó mucha gracia, no podía dejar de contarlo.
Esta persona me contó que fue al banco y había una cola enorme, como es frecuente en este país, y se acercó a preguntar:

-¿Para qué es esta cola, señora?, dijo el muchacho.
-Ah, no se...pero como hay gente me puse acá.

Esta pequeña muestra es un ejemplo de la cultura de masas que se vive, desde siempre, en este país. Lo mismo sucede en otros ámbitos. Sin ir más lejos en el bus si le preguntás al chofer cuánto se   va a demorar en salir ( porque acá salen cuando están llenos, sino esperan hasta que no quepa una persona más y puede ser más de media hora), la respuesta es muy rutinaria y de masas. Primero  te mira mal y después te dice:

- Coja un taxi si está apurada.

Y así en otros ordenes. Los mismos pasajeros también son los que te miran mal o, como mínimo, les parece raro que una pregunte cuándo va a salir o por qué se para a comprar pan, galletitas  y café y tarda como media hora en salir. Esas cosas pasan. Y acá es evidente.

Otra respuesta poco afortunada cuando le decís, también al chofer, que baje la música ( porque acá la ponen a todo lo que da, como si fueran sordos o adivinando mal que el resto también quiere escucharle) es:

- ¿ No le gusta la música? ( y te mira mal).

Ahora mismo, por ejemplo, le tiraría con un jarrón lleno de agua caliente a que tienen la música super alta a estas horas de la noche.












La cultura del no respeto



Entiendo las diversas culturas y todo lo que ello acarrea o conlleva.  Entiendo que la gente es distinta y eso es genial. Entiendo que para las fiestas la gente se reúna y comparta. Entiendo que bailen, se divierten, canten, tomen, festejen. Entiendo que sigan bailando, sigan tomando y sigan divirtiéndose a su manera...
Pero lo que NO entiendo es que la gente ponga durante TODO el día la música a todo volumen y que a NADIE, absolutamente a nadie le molesta o diga algo.
Anoche me invitaron a una cena de navidad. Desde que salí hasta que llegué a destino se cortó la luz unas 3 veces. Una vez en el lugar se cortó, por lo menos, 3 veces más. Pero eso no fue lo peor.

Lo peor sigue sucediendo. La música, si se puede llamar así, sigue y no para. Comienza a las 12, continúa toda la tarde, sigue durante la noche y acaba a la mañana, alrededor de las 5. Eso está sucediendo estos días, donde no se puede hablar, mirar algo por televisión, escuchar o ni siquiera estar en silencio.

La palabra silencio por estos lugares es sinónimo de tragedia. "¿Qué pasa que no pone música? Esto parece un velorio", se escucha en alguna de las sucias, aturdidas y apabulladas calles de la ciudad de San Cristobal donde nadie puede dormir, ni siquiera el que quiere.

Otros damnificados son los perros, que parecen cambiar su carácter a raíz de los ruidos de la música y cohetes. Los que son cariñosos y mimosos pasan a ser ariscos, alterados y con ganas de morder y atacar. Los gatos, no están ajenos a esta realidad, y huyen o caminan de un lado hacia otro, reflejando su incomodidad.

Es afortunado quien tiene el sueño pesado, porque puede soportar los altos niveles del ruido. No es mi caso. En esta sociedad, quien habla o reclama sus derechos, no es escuchado, al contrario, lo insultan o lo tratan de loco. Así pasa en este lugar, lamentablemente, que es un fiel reflejo de la sociedad de este país donde el aturdir y ensordecer, molestar, emborracharse y gritar son hábitos comunes y avalados por los vecinos que parecen aceptar lo inaceptable.

La policía brilla por su ausencia. Parece no existir en esta ciudad, en realidad, es como si no existiera en el país. No he visto poner control o hacer acto de presencia y no es porque no haya escuchado nada.

Es una sociedad donde todo lo malo está permitido, donde el derecho de cada uno no termina donde comienza el del otro; porque el otro, en este país, no tiene derechos.







Aventuras y desventuras por un país en crisis


- "¿Qué vas a hacer ahí?, ¿Estás loca? ese país está muy mal. ¿A qué queres ir?, fueron las preguntas que me hicieron cuando sabían que iría a Venezuela.
No es que la gente hable demás o hable sin saber, bueno, un poco de eso hay, pero también es verdad que la situación en este país no es de la mejor.
Para ir a ejemplos prácticos, en el supermercado hay siempre largas colas para comprar productos básicos como leche o harina porque no se consiguen y se tiene que llevar uno por persona.
En la estación de servicio, también hay filas extensas para conseguir nafta ( me quedé helada cuando supe que se llena un tanque de gasolina con 4 bolívares, cuesta 3 veces menos que una botellita de agua). 
El otro día, a la noche, vi una cola larga de gente que estaba haciendo fila para el día siguiente para comprar productos como televisores o grabadores para revenderlos. Y eran las 7 de la tarde.
En los hospitales, y esto lo viví muy de cerca, Lo feo de enfermarse, y más cuando estás viajando, faltan insumos, desde los básicos, como algodón, gasas, hasta medicamentos inyectables, algunos de los cuales tuve que ir a comprar.

Además de toda esa realidad, el transporte es un verdadero caos. El pasaje es muy barato. Dependiendo la ciudad, puede costar entre 1,5 bolívares a 11 o 13 el fin de semana. Pero las condiciones no son las mejores, ni mucho menos.
El pasajero que quiere bajar en una parada avisa con un: "¡Pare acá"! y el chofer le responde cuando escucha o, a veces, sigue de largo hasta que nuevamente le gritan.
Me tocó también ver que algunos incluso le avisan que siga de largo o que pare cuando está por doblar en una esquina y para que no choque con otro vehículo, los mismos pasajeros funcionan como espejos retrovisores.
Por supuesto que adentro del bus el caos reina. Todos agolpados, se empujan, se rozan pero nadie se queja. Esa es la realidad en este país.



Así se viaja


Si vas caminando por alguna de las ciudades grandes, vas a ver que una gran parte de las calles están cubiertas y repletas de basura que inunda y entorpece el paso. En pleno de centro se puede ver, en las veredas o por donde pasan los autos. No hay lugar que escape a la suciedad. 
Las mismas personas, cuando van en bus, o cuando transitan por las veredas tiran la basura, desde un papel, una bolsa, un paquete o una botella, en la calle. Nadie dice ni hace nada. Es un "Viva la pepa" al por mayor.


¿Quién dijo basura?


Otro medio de transporte que se utiliza con frecuencia es el denominado "carrito". Es un auto viejo, destartalado, que tiene lugar para varias personas. El precio es mucho menor al de un taxi. Y cuesta un poco más que un colectivo. La gente va apretada.

Carrito



Otra de las cosas que me sorprendió de este país es la diferencia cambiaria con el dólar. El dólar oficial, el que nadie puede obtener, está a 13 bolívares y el negro a 180. La diferencia es aberrante. La gente consigue dólares fuera del país y los vende. 
Un sueldo promedio es de 4000 bolívares pero no alcanza para mucho.
Esta sería la parte fea del país. También hay algunas cosas buenas, que cuestan ver, pero que en otro blog se publicará.




¿ Dulce, amargo o trastornado?




Nunca dejo de sorprenderme. Nunca. A veces para bien, otras no tanto. En esta oportunidad, al principio, estaba casi como indignada, pero después pensé que todo es relativo, como decía Einstein, y que quizás algo de razón podría tener esa persona, aunque siempre estuve convencida de que lo que decía era la verdad. Querer tener la razón cuando se está segura de que es así es un sentimiento muy poderoso.

La discusión era con una persona que me hospedó, y giraba en torno a una cuestión semiológica. Estaba tomando mate, esta persona ( de Medellín), tenía la yerba, el mate y la bombilla, lo había traído de Argentina y yo apenas lo vi me apoderé indudablemente de él.

-¡Ahh...y tenés yerba!!, dije un tanto sorprendida y asombrada al mismo tiempo.
 Le quedaba la mitad del paquete y el polvo y la tierra delataban el tiempo que hacía que no se usaba. Estaba abandonada sobre un estante, casi escondida. Pero la ví. Y la tomé.
-Me la trajo mi hermano de Argentina hace como dos años.... dijo el tipo.
Sospeché que  no estaría  muy bien pero al final no fue así.

- Yo no tomo porque es muy amargo, dijo.
-Bueno... es amargo si no le ponés azúcar, claro, sostuve.


¿Será amargo???

-No, no, igual es amargo, alegó.
Mi cara no creo que haya disimulada la ridícula conversación que estábamos iniciando  pero que sería fuente de conocimiento de otros conceptos. Después se originó una discusión. Yo decía que el antónimo de dulce es amargo y el tipo decía que era salado.Consultamos el diccionario y tuve razón.



¡Esto es dulce!



Con esto aprendí que existen  dos sabores más: uno llamado "umami" ( es el sabor del tomate, aceite de pescado, entre otros ) y otro denominado "grasa" ( como la palabra indica, huele a graso).

La experiencia con esta persona no fue del todo buena porque después me  fui de su casa. Pensaba quedarme un día más pero noté su poca, o más bien, escasa flexibilidad y adaptabilidad para con la gente.

Percibí eso cuando a la noche, alrededor de las 3 am, quería y dormir y no podía. Entonces fue cuando le dije, amablemente, si podía bajar un poco la música porque quería dormir ( creo que es normal a esa hora) y no podía. El tipo refunfuñó y me dijo que no iba a bajar la música.
Agarró unos auriculares y con cara de limón me dijo: " No voy a bajar la música, ponte estos auriculares. Usted tiene problemas. Mañana hablamos".

Me quedé estupefacta. No sabía como reaccionar y no dije nada porque si decía algo era para hacer lío y grande. Me fui a la cama, me puse mis auriculares pequeños y traté de dormir. No pude. Me levanté. Leí y al final me dormí. Al otro día tenía ganas de decirle todo lo que pensaba de frente pero el tipo, como era obvio, dormía. Quise entrar a la cocina a calentarme agua para el mate y estaba cerrada con llave. Más me acordé de su madre. No podía creer la clase de mala persona con la que me había encontrado.
                   

 

Trastornado es la respuesta.


Terminé dejando una mala referencia, por supuesto, siendo objetiva, sobre lo que había pasado y el tipo me terminó mandando al siquiatra. Espero no cruzarlo nunca más.