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La temporalidad del viaje: una casa


No todas las casas donde voy son iguales, claro está. Y no en todas me siento de la misma manera. Donde estoy ahora siento como si realmente fuera mi casa. No recuerdo un lugar en el que me haya sentido más cómoda, en este viaje.

Por supuesto que no es perfecta, como no existe la perfección en general. Pero tiene un no se qué que hace que no me quiera ir. Y, lamento y siento cierta  angustia cuando lo digo, pero es un lugar pasajero, o al menos por este momento.

En el mismo momento que escucho "Let her go", que me encanta, siento la contradicción entre el estar, permanecer, quedarme o irme. Mi viaje es así. Un conjunto de ideas revueltas, pensamientos entrelazados que deciden un destino, un camino, un lugar. Y así estoy ahora. En un lugar cómodo, tranquilo pero, al mismo tiempo, con deseos vagos y difusos de seguir viaje a un lugar desconocido. Aunque mi cansancio me está pidiendo otra cosa.

Pero hablaba de la casa. Es grande. Con grande me refiero a dos dormitorios, un baño, una terraza y una cocina que hace también de comedor. Y sobre todo tiene algo que me atrapa: calidez.

Parte del comedor

Si me pregunto si le falta algo a  este lugar, quizás puedo decir que le falta un patio. Un lugar abierto donde acostarme a leer y tomar sol. Pero no es imprescindible ni muchos menos. Tiene lo esencial para vivir.

El piso de cerámica  embellece las despintadas paredes que colorean en amarillo, rojo, blanco, crema y  rosa la casa.

Si me pongo a recordar encuentro más imperfecciones. El agua no sube, o mejor dicho,  no baja. El tanque de arriba no está funcionando correctamente. Ayer me subí para mover una varilla que se quedó pegada y hace que no arranque, pero al rato ya se había descompuesto nuevamente. El dueño brilla por su ausencia, hablé con él, hablaron y nada. Típico de las personas que sólo le interesa y se preocupa por cobrar a fin de mes.

Las dos camas de una plaza que hay en la casa están en una habitación, junto a un televisor de pantalla gigante y una mesita de luz. El aire acondicionado no falta. En la otra habitación, una hamaca se ubica en el medio, al lado de muchas cosas: cajas, mueble, ropero, zapatos, botas, bolsas, papeles y más bolsas y más papeles.




Una de las habitaciones. Si, ya sé. Salió borrosa la foto. 

Eric Clapton con su "Tears in Heaven" me recuerda que estaba presente y escribiendo. Miro para  adelante y veo la mesa. Es, aunque no estoy segura, de quebracho. Tiene la forma exacta de una L. Su color marrón claro le da un toque juvenil y moderno. La base se apoya en el amarillo de la pared.

El ventilador me da bocanadas, como diría Cerati, pero de aire fresco. Está roto. Es blanco pero está viejo y chueco. Se ve que los anteriores surfers, personas que se alojaron en la casa, no lo cuidaron demasiado bien. Pero eso no impide su funcionamiento.

Ventilador, libro y ¿ por qué no sidra con frutas?

La música que escucho y lo que me dijeron hace un rato me motiva a seguir escribiendo. A inspirar e inspirarme. Aunque suelo desconcentrarme muy rápidamente también. Todo es un ir y venir. Todo es blanco y negro y también gris. No existen en mi vida los extremos, salvo,  y siento al mismo tiempo cierta duda, en el fútbol. Digo extremo porque no me gustan dos o tres equipos como a mucha gente, aunque eso no es ser simpatizante desde mi punto de vista. Extremo porque sufro cuando veo a la Selección Argentina, al igual que cuando veo a Boca Juniors, aunque ya se me pasó un poco, no mucho, la pasión y más si recuerdo que la mafia y corrupción no es una excepción y también envolvió al fútbol.

Hay momentos que querés que se congelen para siempre en tu memoria y, probablemente, así será si lo hacemos consciente ¿O inconsciente?

El hecho está en que ahora no me quiero ir. Pero se que es pasajero, como la vida misma, somos transeúntes. Estamos de paso en un viaje, en un camino, en un lugar, en una casa y también en la vida de alguien. A veces ese paso se hace más largo, duradero y hasta queremos que sea eterno pero eso, con el tiempo, se esfuma, se desvanece. Somos seres de luz, como dice Macaco, y cuenta razón tiene. Aunque algunas personas te encandilan con su luz propia, otras te alumbran en el camino y otras no tienen la suficiente fuerza ni poder para que sigas con la tenue luz que de ellos emerge.

Hay una frase que muy bien lo resume: " Nada es para siempre en esta vida, Así  que, si las cosas están bien ahora, disfrútalo. No durará para siempre. Si las cosas van mal, no te preocupes, porque tampoco durará para siempre". No recuerdo el autor pero el sentido y significado es correcto.

Y si pienso en eso tengo dos reacciones. Por un lado, agradezco disfrutar de los buenos, escuetos y efímeros momentos y desearía que fueran eternos; pero por otro, los malos momentos se me hacen eternos, a pesar de que quizás no duren tanto. Creo que eso es normal y le pasa mucha gente, ¿no?.

¿Que decía de la casa? Mientras vengo del baño recuerdo que no había contado mucho. No había hablado del marrón atrapante y fornido de sus puertas ni de las viejas y ásperas cerraduras que no tienen llave.

Había omitido decir que sus dos baños están repartidos, uno al lado de la puerta principal, junto a la cocina y el otro, antes de llegar a la amplia y fresca terraza que está decorada con un tendal para la ropa y dos lavatorios. La parrilla, aunque descuidada y sucia, invita a hacer un rico asado.

Terraza
De allí arriba se puede percibir el barrio. No es rico ni acaudalado. Es un barrio obrero, sin lujos ni detalles. ¿Para qué lujo? Coco Channel decía: "El lujo no depende de la riqueza, sino de la ausencia de vulgaridad". Y eso es lo que no hay en esta casa: vulgaridad.

A veces describir una casa es como describirse a una misma. Es ir hacia adentro, mirar hacia lo más íntimo, lo bueno y lo malo. Lo que nos gusta y lo que no. Siempre habrá más cosas lindas que feas, seguro. Lo complejo es dilucidarlo, sacarlo a la luz, vislumbrarlo, mostrarlo y que lo vean. Aunque no creo que sea necesario que lo muestres para que alguien más lo vea. El que tiene buenos ojos lo verá igual, y quien no, no lo hará. Sucede lo mismo con la casa. Vemos lo que se ve por fuera. Pero para ver lo otro hay que ir más allá. La belleza no está en el exterior sino en lo que alberga.

Un claro ejemplo de esto pero llevado a otra faceta es Israel "IZ" Kamakawiwoʻole. No lo conocía. A primera vista no es la persona más atractiva del mundo, ni mucho menos. Es obeso. Pero la dulzura de su voz y la letra son increíbles. Pero por eso, siempre hay que ir más allá y no quedarse con el paquete, con el envoltorio, ni mucho menos con el precio. Lo esencial, lo importante, lo relevante, la magia, está adentro.

Pero que difícil entender esto, ¿no? Nacemos, crecemos y vivimos con ideas preestablecidas, impuestas y autodirigidas, ¿Cómo vamos a pretender cambiar esto de un día para el otro?

Vuelvo al título, era de eso de lo que iba a hablar. Unos cuantos libros desordenados, ¿treinta, cuarenta? hay en la casa. Algunos en la mini biblioteca, al lado de otras tantas cosas como cajas, papeles, crema, una caja con muchas cosas adentro: pastillas, preservativos, medicamentos, chicles y más cremas.

Hay otros dos libros en una de las habitaciones. Una está sobre la mesa de luz y  es "El poder de las mociones " y el otro, sobre la cama: "Como se curan las heridas del amor". Me llamó la atención el título de ambos por eso los escogí momentáneamente. Y están allá porque intenté, y lo hice, leerlos, al menos uno. Son muy interesantes. Todos los libros que hay, aunque no identifiqué en detalle a todos, pude distinguir que son muy interesantes.

Y me acuerdo ahora de un fragmento de El Principito que me encanta y lo menciono porque mucho tiene que ver con este momento:

-¿Qué significa "domesticar"?
-Tú no eres de aquí -dijo el zorro- ¿qué buscas?
-Busco a los hombres -le respondió el principito-. ¿Qué significa "domesticar"?
-Los hombres -dijo el zorro- tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto! Pero también crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?
-No -dijo el principito-. Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"? -volvió a preguntar el principito.
-Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa "crear vínculos... "
-¿Crear vínculos?
-Efectivamente, verás -dijo el zorro-. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
-Comienzo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor... creo que ella me ha domesticado...
-Es posible -concedió el zorro-, en la Tierra se ven todo tipo de cosas.
-¡Oh, no es en la Tierra! -exclamó el principito.


Y podría citar cientos de frases de este libro que me encantan pero me quedo, por ahora, con esa porque forma parte de la vida el domesticar, el crear lazos, el sentirme conectada a un lugar, a una idea, a una canción o a una persona pero, en la vida real, esa conexión es temporal, escueta y efímera.¿ Por qué? Aún no lo se.

Una silla de madera, algo vieja y grande sirve de apoyo en el comedor a una toalla azul que reposa cómodamente sobre ella. Un silla negra, giratoria y bastante cómoda es mi sostén por largas horas frente a la computadora.

El aire acondicionado adorna la habitación, que prácticamente no he usado, salvo hoy para ver el partido de Argentina contra Uruguay por la Copa América, que necesité porque se me había subido la temperatura.

Si hablo de subir la temperatura,  ahora no es la excepción. Calor, escalofríos, dolor de huesos, dolor de ojos. ¿ Qué más? ¿Cuántas veces más me voy a enfermar en este viaje? No quiero que esta siga sucediendo pero, ¿Cómo lo evito? Cansancio, estrés, defensas bajas, virus rondando, mosquitos. ¡No quiero más nada de eso!

La casa ya es pasado pero no olvido.Grato recuerdo. Quedó allá lejos. Ahora es otra.







Un día cualquiera de viaje


Que tarea más compleja, me digo por un momento a mi misma, hacer lo que uno quiere.Pero después soy optimista, positiva o realista y pienso que no es tan difícil, con un poco de muchas ganas, voluntad, entusiasmo, aptitud y coraje todo lo que uno desea, pretende, anhela se puede conseguir.
Desde chica supe que quería ser periodista. Contar historias, hacer entrevistas, descubrir la verdad de algo oculto, hacer, de algún modo poco común y diferente, justicia narrando aquello que no se conoce o no quieren que se conozca.
 A cada lugar donde voy siempre quiero descubrir algo que no es conocido o que, por alguna razón, no se muestra.
Ya llevo varios meses viajando y realmente no es la tarea más sencilla combinar las dos cosas: viajar y hacer periodismo.
Me gusta cuando me leen, cuando se enteran a través de algo que cuento, de historias, anécdotas o situaciones que, quizás, de otro modo no pudieran saber.
 Me gusta que puedan opinar, aunque sea para decir que no les gustó o que quieren leer sobre otro tema.  Me gusta que puedan compartir sus ideas, sus pensamientos, sus ilusiones, sus miedos, sus dudas, sus deseos y sueños.
Y no siempre estoy motivada, ni siempre hay un lugar propicio, ni tampoco siempre hay tiempo para escribir y contar.
Ahora, en este momento, que escucho una de mis canciones favoritas de mi grupo favorito, Corazón Delator, creo estar más motivada e inspirada. También me motivan los cinco perros que están del otro lado de la puerta y que ante el mínimo ruido o vestigio de algo, emiten voces al unisono.



Me encantan los perros, los adoro, pero lo que no me encanta  es el olor que despiden y más si son cinco. Cuatro marrones de raza perro y una pequeña, aunque solo de edad, foxterriel  blanca, con algunas manchas marrones.
Lo que más me gusta de los perros es que, a diferencia de algunos humanos, son leales y no cambian su objetivo. Ojo, no todos son iguales. Ya se que, como todo, hay de todo en todos lados, y el mundo perruno no es la excepción.
Ayer, sin ir más lejos, llevamos ( hablo en plural porque fui con dos personas donde me alojé) a los perritos  a la playa. Fue un poco caótico porque algunos ladraban, otros se paraban a hacer caca, aunque iban hasta la playa, y otra rengueaba porque tuvo un accidente.
La playa estaba a unas pocas cuadras de donde estaba viviendo pero no es linda. estaba sucia. La playa no es sucia en realidad, los humanos que la contaminan son los sucios.
Entre medio de perros, ladridos, olor a perro, caca, tierra, arena y correas, llegamos a la playa pero fue por poco tiempo, ya estaba oscureciendo y la temperatura había bajado un poco, aunque no la del agua que sabía deliciosa.

Perritos haciendo de las suyas en la playa...

Y miro el facebook, publico unas fotos, miro el teléfono, miro el diario online, miro otras webs, escucho  reggae, hago cualquier cosa menos escribir. Si, eso me pasa y no quiero.
Pero sigo, como siempre. Y les contaba de los perros, que me encantan y que tienen mucho olor a perros, claramente, valga la redundancia. Y eso es lo que no me gusta tanto. Pero ellos me siguen gustando.
Y hablando de no gustar, tampoco me gusta la suciedad ni la indiferencia de la gente hacia eso u otra cosa no agradable. Hay una sentencia que dice, aunque no recuerdo quien es el autor: "No me molesta la maldad de la gente mala, sino la indiferencia de la gente buena". Algo así me pasa a mí, pero en todos los aspectos.
Y eso se ve mucho en los países de América Central y en México. La gente no hace nada, ni dice nada. Cloacas rotas, basura por todos lados, papeles en la calle, corrupción ( aunque eso pasa en casi todos los países pero por esta zona es menos disimulado).
Y ahora ya me encuentro en otra ciudad, escuchando música, ahora Manu Chao, y también  el ladrido de un solitario perro. Tengo el mate a mi lado derecho, que ya hace unas horas lo abandoné y el teléfono al otro lado. No menos solitaria en este momento pero acompañada con quien nunca te abandona, que es tu propio yo.
Eso es lo que tiene viajar. Hoy estás en un lugar, mañana en otro y así sucesivamente. Si viajás rápido te cansas y cambiás de casa y de cama muy seguido. Eso  cansa pero da la posibilidad de conocer gente, lugares y reencontrarme conmigo misma en diferentes partes de la tierra, diferente contexto y diferentes personas.
Y hay canciones que me motivan, que me inspiran, que me recuerdan que estoy haciendo lo que quiero hacer, lo que siempre quise y una de ellas es esta:




Y pasan cosas, y viene gente y converso. Y de repente mensajes en el teléfono que distraen y la música que motiva y sigo, como siempre. Y cosas que suceden como en la vida misma y como en cualquier parte del mundo en un día cualquiera.
Y viajar es también escribir; es escuchar música; es escuchar a alguien que necesita hablar, desahogarse, contar sus penas, tristezas y también alegrías; viajar es escribir un mensaje de texto y recibir otro; viajar es saber que tu casa será tu casa por unos días y luego vendrán otros hogares, otras camas y otras almohadas; y otra gente y otras despedidas, algunas menos alegres que otras, algunas dolorosas, otras con sabor amargo y otras con sabor a reencuentro.
Y viajar es sentir; es sentir que estás viva; sentir el ladrido de un perro o un ronquido que no te deja dormir; es escuchar el silencio de la noche pero en otro lugar lejos de tu casa. ¿Qué casa?, me pregunto.
Viajar es saber que, por un momento, un instante, estás en un lugar real, sos parte de él, lo conocés, te amigás y que en otro momento eso será un recuerdo, agradable, pero recuerdo al fin.






..."Ella durmió al calor de las masas... y yo desperté... queriendo soñarla, algún tiempo atrás pensé en escribirle...y nunca sorteé las trampas del amor, ya que el amor de música ligera...nada nos libra nada más queda, nada más quedaaaaaaaaa....."

Si Corazón Delator es una de mis favoritas esta también lo es. Gracias Cerati por motivarme, incentivarme cuando no lo estoy y cuando no tengo ganas, gracias por la calidad de música inigualable que creaste.






















La lucha: Experiencias que no se olvidan


Hacia mucho que no escribía. No encontraba el tiempo, las ganas, el lugar, ni la inspiración. Ahora, después de algunas cosas que me pasaron no muy agradables ( en otro post lo contaré) me siento a escribir enfrente del ir y venir y del relajante sonido de las olas.
Porque el viajar te permite conocer lo bueno y lo malo de cada lugar; de la gente y de todo. Al final lo que queda son las consecuencias.
A lo largo de este viaje he pasado por diferentes experiencias: algunas malas, muy malas, buenas y muy buenas. Eso es parte del viaje. Es innato. Es la esencia. No puede ser de otra manera. Hace poco más de un mes, estando en  Guatemala, tuve la oportunidad de realizar un voluntariado.

Recuerdo que les había comentado en otro post sobre voluntariado. Pero en este caso fue diferente. No tiene nada que ver con lo que hice antes, en Nicaragua, donde tuve que pagar.

El lugar donde fui esta vez a realizar el voluntariado se llama La Lucha. Es una pequeña aldea conformada por unas 60 familias aproximadamente. Muchas de ellas con muy bajos recursos y con 5 hijos o más. La mayoría provienen de otros lugares, desde donde tuvieron que escapar por motivos de falta de trabajo y también por los enfrentamientos entre guerrilla y militares que se produjo hace unos 15 años.

Hoy viven en la La Lucha, rodeados de patos, ovejas, perros, gatos, pavos, cerdos,  paz y riqueza interior.  Eso fui a buscar, o en realidad ni siquiera lo estaba buscando, pero lo que sé es que nunca iba a pensar que sería así.


Las ovejas también dijeron presente.

Antes de llegar a un lugar siempre se generan expectativas.Es normal y hasta lógico.En general, siempre son más altas de lo que es en realidad. En este caso, me pasó lo contrario. No me había generado muchas expectaciones  porque después me decepciono rápido al ser diferente a lo que había pensado.

Ahora pienso que es mejor no generarse ilusiones de nada ni esperar mucho  de personas, ni de lugares, ni de situaciones ni de nada. Siempre es mejor sorprenderse que decepcionarse.

También pensé que iba a estar sola, como me habían dicho desde un principio. Cosa que lo haría más motivante y entusiasta. Me imaginaba estar sola en medio de la selva enseñando inglés y hasta me generaba algo de pánico, intriga o duda y todo junto al mismo tiempo. Hasta atiné a pensar que  sonaba bien. Pero al final nunca estuve sola, sino todo lo contrario.

Fue así que llegué. A dedo, con otro chico que iba para allá también como voluntario. Habíamos salido a las 9 de la mañana desde San Benito, un pueblo que pertenece a la región de Petén en Guatemala ( un viaje que duraría unas 3 horas en bus, según me habían dicho) y eran las 6 de la tarde cuando pisamos tierra de bienvenida.

La casa no tenía luz (al principio), pero enseguida la pusieron; piso de tierra, una cama y dos hamacas adornaban la humilde pero bonita y acogedora morada. Después la acomodamos y quedaron dos camas y una hamaca afuera.


La casita donde vivía
Allí eramos 3 personas viviendo. Un chico mexicano que enseñaba pintura y una australiana que también enseñaba inglés. La convivencia, dentro de todo, fue buena. Con algunas diferencias salvables e impregnadas de enseñanza.

Detrás de ella vivía una de las familias fundadoras de la aldea. Es un matrimonio de unos 55 años con dos hijos. Allí también pasamos gran parte del tiempo, compartiendo cafés, charlas, comidas, mate y buena energía. La casa donde estábamos pertenece a ellos y la prestaron para los voluntarios.

El voluntariado consistía en dar clases de inglés 2 horas y media, todos los días, por  la mañana. Media hora cada clase. Algunas de las clases eran más avanzadas que otras, los chicos ponían más atención y ganas y en otras, no tanto. Pero lo que sí daban todas, de un modo u otro, era amor.
Sus ojos lo transmitían. En sus caras se percibía la inocencia, pureza y felicidad que sólo los niños pueden tener.


La escuela viste detrás de las rejas.
Una de las clases.

Muchas cosas...

Las clases se daban de lunes a viernes y quedaba toda la tarde libre. También nos daban 3 comidas al día: desayuno, almuerzo y cena. La mayoría de ellas consistía en un plato de frijoles con arroz, huevo. También podía ser con pasta y la tortilla era infaltable. Al igual que el refresco natural de alguna fruta.

Aunque también los chicharrones dijeron presente pero no por mucho tiempo ni en mucha cantidad. Hay que comerlos con respeto y sin exceso.

Cociendo chicharrones.
Uno de los platos del almuerzo.

El fin de semana estaba libre.Cada quien podía hacer lo que quisiera. Alentar en un partido de fútbol mini fue una de las tareas motivantes y alentadoras. La emoción que emergía en mí era como si se tratara de un partido de Boca Juniors, de hace unos años, o un partido de la Selección Argentina.


En pleno partido.

   Viajar alrededor de 20 personas en la parte de atrás de una camioneta, que allá se usa como colectivo, agarrándonos de la manera que podíamos para no caer y no tocarnos  es otra experiencia distinta, cansadora pero inolvidable.


También se viaja así.
También hubo tiempo para la recreación y para manejar una moto de cilindrada grande que nunca antes había hecho y que, así de repente, hice.
Al principio el chico no tenía mucha confianza, ni yo, pero poco a poco se fue dando bien. Iba a recorrer unos 7 kilómetros de tierra y sin antes haber tocado una de esas. ¡Que peligro! pero todo quedó ahí, en el pensamiento, que muchas veces nos atemoriza y ata y otras nos hace volar.

Llegada.
También hubo tiempo para ir a visitar al cálido y majestuoso pero pequeño a la vez río. Rodeado de enormes plantas y arbustos de todo tipo. A una media hora de allá.

Río.

Miradas sin palabras...


Dando clases me sentí observadora pero también observada. Sentí controlar todo pero al mismo tiempo controlada. Que al aula la dominaban los niños y niñas con sus sonrisas, gestos, ademanes, pedidos y ternura ( algunos). Sentí que lo que domina al mundo es el amor y no importa donde estés. 

No me quedé más días porque el sello del pasaporte me marcaba que al día siguiente, si no renovaba la estadía, tenía que dejar el país. Quería quedarme pero también quería conocer el próximo país.

En estos días que fueron distintos, productivos, alentadores, enriquecedores, pacíficos y fructíferos aprendí muchas cosas. Algunas ya las sabía pero ahí las confirmé y volví a confirmar:

*Que no se necesita dinero para ser feliz;
*Que trabajar en  comunidad o unión es más fuerte y efectivo que hacerlo solo;
*Que no es más rico el que más tiene sino el  que menos lo necesita;
*Que al enseñar también aprendés, y mucho;
 *Que los niños no mienten;
*Que la paciencia es más fuerte que la razón;
*Que la empatía es necesaria;
*Que aunque seamos diferentes no somos distintos, todos somos humanos;
* Que el momento perfecto o casi perfecto se crea, no se encuentra ni existe;
 *Que la convivencia es una ardua y dura  maestra;
*Que me gusta enseñar;
*Que no hay edad para aprender ni para enseñar;
* Que para estar bien no necesitás estar en el mejor lugar;
* Que para estar mal no necesitás estar en el peor lugar.


Experiencias distintas, experiencias nuevas, experiencias inolvidables.