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Otro Viaje




Hace mucho que no escribo, eso no es novedad, todos lo saben. Lo que no saben es donde estoy o que estoy haciendo. Sigo viajando, si, no se hasta cuando. Quizás hasta cuando decida que es el momento de parar ( momentaneamente), que puede ser dentro de no mucho tiempo pero tampoco mañana. No quiero dejar de viajar. Eso está claro. Pero tampoco quiero hacer dedo toda mi vida.

No quiero tener que aguantar a un gordo maleducado que fume marihuana y que cuando suba me pregunte, ironicamente:"¿ Te molesta que fume? o que me diga en el medio de la nada de la ruta 3: " Flaca, te dije que fumaba, no me rompas las bolas". No, no tengo ganas de aguantar a un tipo así, no tengo ganas ni necesidad. Pero el otro día, el domingo, no quería quedarme a las ocho de la noche en le medio de la nada, y siendo, educada, le dije que se había ido al carajo con lo que dije ( que casualidad, ahora estoy en un bar que se llama así, enfrente del mar).

Siempre respeté y me gusta que la gente haga lo mismo, es lo mínimo. Pero algunas personas no entienden el significado de mínimo. Ni siquiera de respeto y menos de educación. Eso lo viví el domingo. Ah...¡ pero no les dije aún que estaba haciendo y donde estaba! Bueno, ahora mismo estoy en el sur de Argentina, en Santa Cruz, y sigo viajando, eso se los había dicho. Hasta cuando no se. Pero sigo haciendo, lo que por ahora, quiero.

Salí ( mos) el 27 de diciembre, y después de un largo, rebuscado y sinuoso camino estoy en el sur. Era una deuda pendiente, no podía ir antes a otro continente sin conocer bien primero mi país. No era posible ni justo. No quería, básicamente.

En este viaje me han pasado muchas cosas buenas, y otras no tantas, pero lo interesante es poder contarlo y aprender, como siempre digo, de las cosas menos lindas. No me canso de viajar, creo que nunca voy a hacerlo, pero sí me cansan algunas otras cosas como hacer dedo, por ejemplo. No es que me canso de que me digan: "Tené cuidado", o " Que valiente sos", o " Que ovarios tenés". No, eso no me cansa. Lo que me aburre es, a veces, tener que esperar en el viento, en el calor o en el frìo  hasta que alguien tenga ganas de frenar y preguntarme a donde voy y quiera llevarme. Me cansa, tambièn, tener que hablar por hablar o responder algunas preguntas como: " Hasta donde vas?" o "Qué estás haciendo"?, es decir que me pregunten siempre lo mismo. Eso sí me cansa. 


Como decía, el domingo tuve un día complicado. Y estoy cansada de los días complicados. Hoy también. Pero ya hablaré de hoy en otro post. Siempre hay días buenos y días no tan buenos. Es normal. El domingo salí de un pueblo llamado Rada Tilly, si es muy raro el nombre, que está a unos quince kilómetros de Comodoro Rivadavia. Es como un barrio bonito y acomodado con mar de esta enorme ciudad petrolera,  poca prolija y poco turística.

Salí a hacer dedo antes de las diez de la mañana. Hacía calor y tenía muchas horas de viaje, más de seis. Caminé unas doce o quince cuadras más o menos, algunas cuesta arriba, hasta que paró una camioneta doble cabina. Era un matrimonio de unos 58 años cada uno. El viaje fue corto, una hora, la distancia eran menos de sesenta kilómetros. Se hizo entretenido y amenos porque veníamos conversando, tomando mate y comiendo unas galletitas-tortitas-tostaditas o algo así. Eran de Comodoro e iban a pasar la tarde a la casa de  la madre de ella. Fueron amables y en lugar de dejarme en la primera estación de servicio, pasaron por toda la ciudad y me llevaron hasta la que está en la salida. Cuando llegué no había mucho tránsito así que me fui a la rotonda. Pasaron varios autos pero no paraban hasta que frenó una camioneta, el tipo me dijo que iba a Las Heras, que está a unos 120-140 kilómetros de donde estaba. Le dije que iba a Puerto San Julián y me dijo que agarraba la ruta 12, que me quedaba de paso para donde yo iba y que después la enganchaba, a la ruta 3, que era la que tenía que tomar. Antes de subir le pregunté si estaba seguro que después podía continuar con mi camino, me dijo que si. Le creí, confié.

El recorrido fue, algo, ameno. El tipo es supervisor en una empresa minera. Es de San Luis y estaba viviendo en Caleta Olivia desde hacía ocho años. Me contó que estaba de novio y que su novia vivía en Comodoro. Le conté un poco sobre mi viaje, pero no tanto, porque ya me aburro de contar lo mismo. El viaje duró casi dos horas. Cuando llegué a la YPF y pregunté a algunos autos si iban para donde yo iba me dijeron que no estaba en el lugar correcto. Ahí me acordé de toda la familia del tipo. Entré a preguntar y ver el mapa, y claramente estaba mal ubicada. Había confiado y fue un error. No debería haber subido o debería haber tenido el mapa mentalmente correcto pero no fue así y el "tendría que" no sirve. Nunca entendí porque esta persona hizo lo que hizo, ni lo entenderé.

Me crucé y un camión paró.Le conté lo que había pasado y tampoco entendí. Entre mates, galletitas y charla se pasó el camino. A las dos horas estaba en el punto de partida, donde me habían dejado. Había perdido cuatro horas pero ya no podía hacer nada, renegar y quejarme era inevitable pero fue en vano. Después de una media hora de viento y bronca, paró un camión, detrás de este también había parado un auto. Era la mujer. Apenas asomé la cabeza para decirle donde iba vislumbré un gordo con un gorro azul y amarillo y una camiseta del mismo color. -¿ " De boca"?, le dije. Pero no había visto bien, era de Rosario Central. Ya la charla-conversación no había empezado bien.

Apenas subí, y después de decirle donde iba ( lo mejor de todo el viaje fue que iba al mismo lugar que yo),  me quedaban 350 kilómetros que fueron los más insoportables que recuerdo, me preguntó: ¿"Te molesta que fume"?, no, le dije, pensando otra cosa. Al cabo de unos minutos encendió un porro. Mi cara, seguramente, lo dijo todo, como siempre. Bajé el vidrio, estaba incómoda y el tipo se dió cuenta. "Flaca, te dije que fumaba, no me rompas las bolas",  me dijo el hombre que, aparentemente, no tuvo mucha educación. Por un momento dudé entre contestarle, bajarme en el medio de la ruta y en el medio de la nada o callarme. Primero elegí la última opción. Si le contestaba lo iba a mandar a la mierda y no era quedarme a las ocho de la noche en el medio de la nada y después de más de diez horas de viaje. Respiré profundo, me di vuelta, me puse los anteojos e hice que me dormía. Después de un rato el calor era insoportable. Tenía que dejar de hacerme la dormida para no hablarle porque tenía que bajar el vidrio y correr la cortina. Da vueltas el aire y me pregunta si me llegaba frío, el contesté que no, lo seguía moviendo y le decía que no. Le dije que prefería el aire de la naturaleza. Estaba molesta y lo hacía notar. Luego de unas horas de viaje le dije, educadamente, que no era adecuado lo que había dicho y que yo pensaba que era cigarro y no marihuana. Nunca me había pasado de encontrarme en una situación similar. Siempre hay una primera vez para todo. La charla no fue amena pero un poco más que hacía un par de horas.

La estación de servicio fue el punto de inflexión donde debía decidir si seguía o continuaba en otro vehículo. El viento, el cansancio, las pocas ganas de mover las mochilas nuevamente  y las ganas de llegar hicieron que permanezca en el mismo transporte. Ya quedaba poco para llegar.

Segunda parte en camino...



Cascadas en Villa La Angostura.

Parque Los Alarces, Esquel.

Montaña y ruta.

Parada en  el camino en Villa Traful