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Hacía frío. Mucho frío. Era el invierno europeo y estaba todo rodeado de nieve. El termómetro marcaba -10 grados y yo estaba congelada. El pueblo estaba en el límite entre Francia e Italia y en medio de la montaña. Estaba acompañada pero ya me quería ir. Entre otras cosas, no aguantaba más el frío.

Eran las 10 u 11 de la mañana, aunque no recuerdo bien, y estaba por pasar el tren que iba hasta París. No había manera ni quería perdérmelo. Al cabo de unos minutos de llegar, voy a consultar con la empleada de la boletería y la comunicación se tornó muy complicada hasta el punto de no entendernos. Ella no hablaba inglés ni yo francés. Enseguida voy a mirar algún cartel o letrero para consultar el horario del próximo tren pero no había nada, o al menos no entendí nada similar.

Pregunto, pregunto y nadie habla, o quiere hablar, inglés. Fue ahí cuando de repente escucho el sonido de un tren a lo lejos. De algún u otro modo me hago entender con la empleada y me dice que es el que va a París pero no hay lugar.

Mi cara se transformó pero igual estaba decidida a viajar. Estaba con mi equipaje y una bolsa de provisiones que había comprado en el supermercado....

El tren llegó y yo no dudaba. Tenía que subir o de otra manera me pasaría otra noche fría, aburrida y disgustada. No musité y me subí. Dos bolsas grandes y repletas del supermercado me pesaban. Pero no fue obstáculo para escalar el escalón.

Enseguida me encontré con el guarda que me miró entre sorprendido e indignado ( no sé por qué).  Era  un muchacho de unos veinti pocos.No hablaba inglés. Y yo nada de francés. Había una chica  que vio la escena y se ofreció para ser traductora. Su francés no era el mejor pero colaboró, poco, en la comunicación.

Me preguntó si tenía el pasaje. Le dije, obviamente, que no. Me dijo enseguida que no había lugar y le propuse ir en el suelo. Me respondió con una negativa y le dije que me hiciera algún lugar, como si lo fuera a inventar, en alguna parte del tren. Me volvió a decir que no pero está vez tardó un poco más y después se fué a fijar. Cuando volvió me dijo que tenía un camarote ( una habitación con camas, varias) y que costaba 120 euros.

Al principio me puse contenta pero cuando pensé en el precio se me pasó enseguida. Le dije que me hiciera un descuento.  Alegó que no pero fue a consultar con su jefe y ratificó la negación. Me fijo en la billetera y no llegaba ni por casualidad a cubrir el costo del pasaje. Entonces acudí a la tarjeta. Pasó la misma por el posnet, y no tenía papel. Trajo papel. La pasó nuevamente y no funcionaba. Le dije que intente nuevamente que tenía que andar. Insistió pero no pasó nada. Me pregunta cuánto efectivo llevaba, miro y le dije: "12 euros". La cara que puso lo delató. Era el 10 % del precio del billete.

Me dijo que era muy poco,merodeó, fue, vino, fue y volvió.Finalmente me dijo que "su jefe lo  iba a matar" pero que me lo dejaba a ese precio. Le agradecí mucho y me acompañó al camarote. Estaba oscuro pero alcancé a distinguir a trasluz que había unas seis camas colocadas como cuchetas.

Me acomodé y me dispuse a dormir pero los ronquidos me lo impedían. Me coloqué los auriculares y me dije que eso tenía que funcionar. No pudo dormir por unas horas pero al rato el sueño me pudo. Me desperté en París. Hacía frío y estaba nublado pero yo estaba contenta y radiante de haber podido viajar durmiendo y por 10 veces menos de lo que costaba el pasaje.