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Una de las tantas formas de viajar gastando poco o nada es ahorrando en hospedaje, alojamiento o donde dormir. En mi libro, " Las...
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Hacia mucho que no escribía. No encontraba el tiempo, las ganas, el lugar, ni la inspiración. Ahora, después de algunas cosas que me pasaro...
Momentos del viaje: animarse o escapar
Pasaron muchos días, varios meses, desde aquella tarde- noche de esta pequeña gran loca mini aventura. Llegaba a la frontera de Ecuador ( Tulcán) y Colombia (Ipiales). Estaba oscuro. Eran casi las siete de la tarde y ya la luz del sol había desaparecido. Pero no mi desconfianza, nunca desconfío del todo pero creo que ya estoy aprendiendo a hacerlo, aunque me habían dicho que tuviera cuidado ( eso es algo que me han advertido muchas veces en muchos lugares).
Llegué donde estaban todos los taxis, y en contra de mi voluntad, porque es muy raro que tome uno salvo que sea muy necesario o urgente como esa vez, iba en busca de uno. Antes me habían advertido que buscara a otra persona foránea que tuviera que ir a Migraciones a sellar el pasaporte así salía más barato.
Y así sucedió. Hablo con un hombre ya adulto y le pregunto a donde va. Me dice que haría el mismo recorrido que yo: Migraciones y luego a la ciudad más cercana a dormir y de ahí al otro día saldría.
Me subo al taxi, pregunto el precio y, como siempre con este tipo de transporte, me pareció caro. El trayecto era casi media hora y el precio alrededor de 6 o 7 dólares. Con pocas ganas acepté la opción porque no tenía muchas alternativas a esa hora. Cuento mi dinero y tenía pesos colombianos que había cambiado antes de cruzar pero no muchos, sólo para el taxi y una noche de hostel ( barato) ya que no pedí couch porque ese día se me había hecho tarde y hubo cambio de planes.
Antes había estado en Otavalo y antes, ese mismo día en Ibarra, a donde tuve que volver ( están más de una hora de viaje) porque me había olvidado el mate y el termo. Después de ahí llego a la frontera y ahí empieza la aventura.
Subo al taxi con el colombiano, un hombre de unos 50 años. No hablamos prácticamente en todo el camino hacia la oficina de migraciones. Sólo detectó que era argentina y poco preguntaba. Al llegar a dicha oficina, no quería dejar mis mochilas en el taxi, le digo al taxista que las bajo y no le gustó. Las bajé de todos modos. Me trató de desconfiada y que por algún motivo era así.
Resulta que este hombre, iba como co-conductor había tomados algunas cervezas y sus comentarios eran un poco fuera de lugar. Al sellar el pasaporte, el bromista colombiano me dijo que me daba permiso por 15 días, que era lo que le daban a los argentinos, con una sonrisa de por medio. Pero lo que no me resultó para nada gracioso fue que me quisieran cobrar para ir al baño ( aunque eso es lo más normal por estos países).
Al salir, el hombre me miró con cara de poco amigo y, como no tenía más chance que ir en el mismo taxi que me había traído porque era tarde, me subí igualmente. En el camino la conversación no fue muy agradable. Cuando llegué al lugar mi mente estaba mareada. No sabía si quedarme, buscar un lugar económico y salir al otro día o salir esa misma noche, aunque no me convencía del todo esta opción. Así que decidí quedarme.
Este hombre se quedaba en la misma ciudad. Me dijo que cerca de esa zona estaban los hostels más baratos. Así que vimos algunos. Al rato me pregunta, sin más, si quería compartir la habitación, con camas separadas obviamente. En ese momento no supe que hacer. Era una persona que acababa de conocer y que me estaba proponiendo compartir la misma habitación para achicar gastos. En ese momento llevaba poca plata y no aceptaban tarjeta en el lugar. Era tarde, hacía frío, estaba cansada, no conocía ningún otro lugar ni había gente a la cual le podía preguntar. Mi respuesta, dudosa, fue que sí. Después de haberlo dicho sentí que había hecho lo correcto, aunque en el fondo sentí que era muy arriesgado, mi confianza siempre está adelante.
La corta y breve convivencia no fue de la mejor, tampoco la peor. Pero la falta de confianza con la persona se notó y mucho. Empecé a hablar no se de que tema. El tipo me respondió. Después la charla continuó en un ambiente un tanto más relajado, pero no completamente. Finalmente el sueño se apoderó de mí y decidí dormir.
Al día siguiente, rememoré lo que había pasado, lo comentamos y fue todo una aventura que podía haber salido bien o mal.
La biblia fue uno de los temas de cierre de esta pequeña, loca, gran aventura. No sé si lo volvería a hacer. Primero, y antes que nada, la intuición tiene que mandar.
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