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La lucha: Experiencias que no se olvidan


Hacia mucho que no escribía. No encontraba el tiempo, las ganas, el lugar, ni la inspiración. Ahora, después de algunas cosas que me pasaron no muy agradables ( en otro post lo contaré) me siento a escribir enfrente del ir y venir y del relajante sonido de las olas.
Porque el viajar te permite conocer lo bueno y lo malo de cada lugar; de la gente y de todo. Al final lo que queda son las consecuencias.
A lo largo de este viaje he pasado por diferentes experiencias: algunas malas, muy malas, buenas y muy buenas. Eso es parte del viaje. Es innato. Es la esencia. No puede ser de otra manera. Hace poco más de un mes, estando en  Guatemala, tuve la oportunidad de realizar un voluntariado.

Recuerdo que les había comentado en otro post sobre voluntariado. Pero en este caso fue diferente. No tiene nada que ver con lo que hice antes, en Nicaragua, donde tuve que pagar.

El lugar donde fui esta vez a realizar el voluntariado se llama La Lucha. Es una pequeña aldea conformada por unas 60 familias aproximadamente. Muchas de ellas con muy bajos recursos y con 5 hijos o más. La mayoría provienen de otros lugares, desde donde tuvieron que escapar por motivos de falta de trabajo y también por los enfrentamientos entre guerrilla y militares que se produjo hace unos 15 años.

Hoy viven en la La Lucha, rodeados de patos, ovejas, perros, gatos, pavos, cerdos,  paz y riqueza interior.  Eso fui a buscar, o en realidad ni siquiera lo estaba buscando, pero lo que sé es que nunca iba a pensar que sería así.


Las ovejas también dijeron presente.

Antes de llegar a un lugar siempre se generan expectativas.Es normal y hasta lógico.En general, siempre son más altas de lo que es en realidad. En este caso, me pasó lo contrario. No me había generado muchas expectaciones  porque después me decepciono rápido al ser diferente a lo que había pensado.

Ahora pienso que es mejor no generarse ilusiones de nada ni esperar mucho  de personas, ni de lugares, ni de situaciones ni de nada. Siempre es mejor sorprenderse que decepcionarse.

También pensé que iba a estar sola, como me habían dicho desde un principio. Cosa que lo haría más motivante y entusiasta. Me imaginaba estar sola en medio de la selva enseñando inglés y hasta me generaba algo de pánico, intriga o duda y todo junto al mismo tiempo. Hasta atiné a pensar que  sonaba bien. Pero al final nunca estuve sola, sino todo lo contrario.

Fue así que llegué. A dedo, con otro chico que iba para allá también como voluntario. Habíamos salido a las 9 de la mañana desde San Benito, un pueblo que pertenece a la región de Petén en Guatemala ( un viaje que duraría unas 3 horas en bus, según me habían dicho) y eran las 6 de la tarde cuando pisamos tierra de bienvenida.

La casa no tenía luz (al principio), pero enseguida la pusieron; piso de tierra, una cama y dos hamacas adornaban la humilde pero bonita y acogedora morada. Después la acomodamos y quedaron dos camas y una hamaca afuera.


La casita donde vivía
Allí eramos 3 personas viviendo. Un chico mexicano que enseñaba pintura y una australiana que también enseñaba inglés. La convivencia, dentro de todo, fue buena. Con algunas diferencias salvables e impregnadas de enseñanza.

Detrás de ella vivía una de las familias fundadoras de la aldea. Es un matrimonio de unos 55 años con dos hijos. Allí también pasamos gran parte del tiempo, compartiendo cafés, charlas, comidas, mate y buena energía. La casa donde estábamos pertenece a ellos y la prestaron para los voluntarios.

El voluntariado consistía en dar clases de inglés 2 horas y media, todos los días, por  la mañana. Media hora cada clase. Algunas de las clases eran más avanzadas que otras, los chicos ponían más atención y ganas y en otras, no tanto. Pero lo que sí daban todas, de un modo u otro, era amor.
Sus ojos lo transmitían. En sus caras se percibía la inocencia, pureza y felicidad que sólo los niños pueden tener.


La escuela viste detrás de las rejas.
Una de las clases.

Muchas cosas...

Las clases se daban de lunes a viernes y quedaba toda la tarde libre. También nos daban 3 comidas al día: desayuno, almuerzo y cena. La mayoría de ellas consistía en un plato de frijoles con arroz, huevo. También podía ser con pasta y la tortilla era infaltable. Al igual que el refresco natural de alguna fruta.

Aunque también los chicharrones dijeron presente pero no por mucho tiempo ni en mucha cantidad. Hay que comerlos con respeto y sin exceso.

Cociendo chicharrones.
Uno de los platos del almuerzo.

El fin de semana estaba libre.Cada quien podía hacer lo que quisiera. Alentar en un partido de fútbol mini fue una de las tareas motivantes y alentadoras. La emoción que emergía en mí era como si se tratara de un partido de Boca Juniors, de hace unos años, o un partido de la Selección Argentina.


En pleno partido.

   Viajar alrededor de 20 personas en la parte de atrás de una camioneta, que allá se usa como colectivo, agarrándonos de la manera que podíamos para no caer y no tocarnos  es otra experiencia distinta, cansadora pero inolvidable.


También se viaja así.
También hubo tiempo para la recreación y para manejar una moto de cilindrada grande que nunca antes había hecho y que, así de repente, hice.
Al principio el chico no tenía mucha confianza, ni yo, pero poco a poco se fue dando bien. Iba a recorrer unos 7 kilómetros de tierra y sin antes haber tocado una de esas. ¡Que peligro! pero todo quedó ahí, en el pensamiento, que muchas veces nos atemoriza y ata y otras nos hace volar.

Llegada.
También hubo tiempo para ir a visitar al cálido y majestuoso pero pequeño a la vez río. Rodeado de enormes plantas y arbustos de todo tipo. A una media hora de allá.

Río.

Miradas sin palabras...


Dando clases me sentí observadora pero también observada. Sentí controlar todo pero al mismo tiempo controlada. Que al aula la dominaban los niños y niñas con sus sonrisas, gestos, ademanes, pedidos y ternura ( algunos). Sentí que lo que domina al mundo es el amor y no importa donde estés. 

No me quedé más días porque el sello del pasaporte me marcaba que al día siguiente, si no renovaba la estadía, tenía que dejar el país. Quería quedarme pero también quería conocer el próximo país.

En estos días que fueron distintos, productivos, alentadores, enriquecedores, pacíficos y fructíferos aprendí muchas cosas. Algunas ya las sabía pero ahí las confirmé y volví a confirmar:

*Que no se necesita dinero para ser feliz;
*Que trabajar en  comunidad o unión es más fuerte y efectivo que hacerlo solo;
*Que no es más rico el que más tiene sino el  que menos lo necesita;
*Que al enseñar también aprendés, y mucho;
 *Que los niños no mienten;
*Que la paciencia es más fuerte que la razón;
*Que la empatía es necesaria;
*Que aunque seamos diferentes no somos distintos, todos somos humanos;
* Que el momento perfecto o casi perfecto se crea, no se encuentra ni existe;
 *Que la convivencia es una ardua y dura  maestra;
*Que me gusta enseñar;
*Que no hay edad para aprender ni para enseñar;
* Que para estar bien no necesitás estar en el mejor lugar;
* Que para estar mal no necesitás estar en el peor lugar.


Experiencias distintas, experiencias nuevas, experiencias inolvidables.


 

2 comentarios:

  1. me encanto !!!!! desearia haber estado ahi !!!!,,, desearia tambien poder ayudar a esa gente en algo !

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  2. Gracias Ricardo por seguir el blog. Fue una experiencia motivante.
    Saludos

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