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Esclavitud y asociación


Ixon Ajkeen es el nombre de una asociación de un grupo de mujeres guatemaltecas que se dedican, entre otras cosas, a la producción y comercialización del tejido. En idioma tujumil significa “mujer tejededora”. Está formado por 20 mujeres pero solo 12 de ellas están activas.

Se encuentra en San Juan La Laguna, uno de los tantos pueblos que rodea el Lago Atitlán. Conformado por unos 40.000 habitantes aproximadamente, es un lugar pacífico donde existen otra decenas de asociaciones similares.


La mayoría de las asociadas  tienen entre 30 y 50 años. La presidenta hace 7 años que forma parte y tiene 33 años. Cada 15 días hacen reuniones donde se deciden diferentes temas que ocurren durante la semana.

Su principal negocio es la venta de diferentes productos hechos con tejidos de algodón: bufandas, gorros, bolsos, porta botellas, anillos, pulseras, aros, colgantes, ponchos, entre otros. Cada día arriban al lugar decenas de turistas provenientes de diferentes países y curiosos por saber la técnica y la originalidad de la mercancía.

Pero no todos son productos hechos a mano y por quienes dicen ser las productoras, sino que muchos de ellos son comprados a diferentes vendedores que ofrecen el producto en diferentes tiendas. Una vez obtenido estos, ellas le ponen su nombre en el papel que se muestra tal como si ellas mismas lo hubieran fabricado.

Bufandas de todos los colores.


La presidenta realizando una muestra del trabajo a turistas


Bolsos, bufandas, carteras...

También hay otros negocios. Uno de ellos es la preparación de almuerzos y desayunos a turistas, donde, por un precio no del todo accesible,alrededor de 100 quetzales, unos 13 dólares, prueban los productos típicos y no tan típicos de la zona.

La otra actividad comercial es la purificación de agua. Allá mismo se realiza y se vende a diferentes negocios o tiendas del pueblo. Centenares de bidones se expenden a diario y la persona que allí trabaja es el esposo de la administradora de la asociación. 

 La esclavitud tiene cara de hereje y se oculta tras la hipocresía.  Catarina, que trabaja como administradora, tiene en su hogar una empleada menor de edad, de 14 años.  Cuando le pregunté a la chica, Ana, por su salario me dijo que cobraba 700 quetzales al mes, es decir, 91 dólares. 


Ana tiene 7 hermanos más y, según ella, trabaja para ayudar a su familia. Su horario es desde las 6 o 6 y 30 de la mañana hasta las 9 o 10 de la noche o la hora que haga falta. Se ocupa de las diferentes tareas de la casa: limpieza, cocina y cuidado de los 2 niños del matrimonio, entre otras tareas.  Su padre trabaja en el campo y gana unos 250 quetzales a la semana, unos 133 dólares al mes.

Pero lo más insólito de todo, como si fuera poco, es la normalidad con la que todos viven la situación. En este país, la esclavitud aún no se ha abolido. No sólo eso sino que también se afirma y se materializa con el pasar de los días y del tiempo y está tan naturalizada en la sociedad que hasta se vive como con una costumbre difícil de erradicar. 

Cuando hablaba con la policía ellos mismos decían que es algo común, que lo hacen porque no tienen otros recursos y para ayudar a su familia trabajan tantas horas, a una escasa edad y a cambio de muy poco dinero. No está penado por la ley.

Detrás de toda apariencia de normalidad o justicia, siempre hay algo que no está funcionando como debe ser. Como dice el refrán, "No todo lo que brilla es oro", ni " Todo es color de rosa".







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