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Siempre se vuelve...pero no del todo ( Primera parte)


Es difícil volver a juntar ideas y escritura y más después de un tiempo bastante largo en que no se ha hecho. No me olvidé y tenía muchas ganas pero a veces pasan cosas. Estuve mucho tiempo sin internet y también con el cargador de la notebook roto. Es complicado sentarme frente a la computadora con tantas cosas que han pasado durante este tiempo y más aún si escribo contando mi vuelta. Si, ya estoy cerca de casa, ya estoy en Argentina. Aunque decir casa es una palabra estática,  poco flexible y no se aplica a la realidad, a mi realidad. Entonces digo que vuelvo, aunque aún no estoy en el punto de partida de este viaje que lleva más de quince meses. Siempre que una se va termina volviendo.

La realidad es que tengo un sinfín de sentimientos encontrados y no se por donde empezar para canalizar. Incertidumbre es el primero que se me viene la cabeza. Pero no es el único. Podría enumerar muchos, aunque no se si tiene sentido.

Y mientras me motivo escuchando "Te para tres", Ceratti me dice que no hay nada mejor que casa. Aunque aún tengo que saber el significado de esa palabra. En estos meses he tenido varias casas durante un corto período de tiempo, algunas más cómodas y amenas que otras pero casas al fin.

Como decía, tengo miles de sensaciones. Algunas no se si puedo o quiero descifrar. Son sensaciones raras, de alegría por estar en mi país, por un lado, e incógnita por otro. Hay lugares de los que no me podía ir, por algún motivo, pero sabía que tenía que hacerlo. Es como querer pero no querer al mismo tiempo.  Me ha pasado hace mucho tiempo y hace no tanto. Razones habrá.

"...Ama la libertad, siempre la llevaras dentro del corazón, te pueden corromper, te puedes olvidar pero ella siempre está...", mientras escucho esta canción recuerdo cada momento del viaje y como si fuese hecha para mí.

Un conjunto de sensaciones, emociones; una montaña rusa de conflictos; la mente que no se lleva bien con el corazón. Nunca se llevaron de acuerdo. Siempre hubo una pelea entre ellos. No se quien ganó, o gana,  pero nunca se llevaron bien. 

Es difícil sentirte identificada con el lugar a donde volvés, temporalmente, porque siempre que una viaja sabe que en un momento tiene que partir nuevamente. Es difícil tener un lugar, una casa. Un espacio de pertenencia y mucho más definitivo, esa palabra no está en mi diccionario. Lo mismo que "siempre", nunca supe bien que significaba porque nunca la apliqué. Es difícil acoplarte a la "nueva vieja vida" porque son trapos viejos que quedaron desparramados en un camino que ya recorriste y por el cual no querés volver a pasar. .Antes de volver, vas recordando los momentos inolvidables, las experiencias vividas, personas que no se olvidan y te vas preguntando si hace mucho qué pasó.

Antes de tomarme el avión desde Cancún, para volver, no sabía cuál iba a ser mi destino. En un principio el elegido era San Pablo, porque nunca había estado,  porque no me quedaba tan lejos y porque era el más económico. Pero cuando intenté sacar la visa ESTA, la visa que sacan los que tienen pasaporte europeo, porque necesitaba ir a Miami si o sí con un vuelo low cost, el sistema no me la hizo fácil, se me colgó, no sólo una sino dos veces y ya mi paciencia y tiempo  me dijeron que no insista. A partir de ahí entré en una especie de estrés. Todos los vuelos que veía y  recontra  veía eran caros y eran a Bogotá,  el más económico pero no me interesaba, a Centroamérica o a Lima. Al final, y después de estresarme varios días en busca de buenos precios y cercanía, opté por este último destino.  

Desde el momento que saqué el pasaje al instante en que subí al avión de regreso pasó un día. Fue corto, cortísimo, muy distinto a cuando estuve tratando de decidir para abaratar costos. El vuelo duró poco, unas cuatro horas, la hora prevista era a las 16 horas pero salió 15 minutos más tarde. En México todo siempre pasa más tarde de la hora que te dicen, incluso cuando te tenés que tomar una avión. Llegué a Bogotá  a alrededor de las 20 hs, que era el aeropuerto de tránsito, y allá tuve que esperar muuuchas horas, que se hicieron eternas. A las 3 am salió el otro vuelo, desayuno de por medio, con destino a Lima y se hizo más corto.

Ya había estado en Lima antes y la verdad es que no estaba tan motivada en volver y tampoco me había gustado tanto la capital peruana. Nunca me gustó repetir un destino. Siempre pensé, y lo sigo haciendo aunque alguna ciudad ya he repetido, que ese mismo tiempo y dinero lo podía aprovechar en conocer otro lugar.

Llegué alrededor de las 7 de la mañana de un viernes nublado. Hacía frío y estaba con sueño, lo primero que intenté hacer fue conectarme a internet. El aeropuerto sólo ofrecía de manera gratuita unos 30 minutos que en realidad eran 10 o 15 porque estaba super lento y cuando entrabas a una página ya se cortaba. Tenía dos contactos: uno que me había pasado  un conocido y que, de concretar, me esperaría hasta las 8 y 30 de la mañana, a donde no llegaba y tenía que avisar que no iba, y otro, que también me pasó el contacto la misma persona, que me había dado una dirección donde dormir esa noche. Busqué y al cabo de insistir con otro código para entrar a internet, dí con la dirección. Empecé a buscar maneras baratas para llegar al centro. Nadie sabía nada o tenían poco ánimos de informar, tal como me pasó cuando fui a preguntar a Información. La que atendió me dijo que no sabía, entonces después llamé, desde ahí mismo, a otro sector quien me dijo que sí había un bus directo pero que tardaba más de una hora y tenía que ir hasta la avenida, que no estaba tan cerca de ahí, a tomarlo. Para ese entonces me había encontrado un chileno, sí un chileno y poco simpático para variar,  que también tenía que ir a la misma zona. Después de unos minutos, aunque poco convencida, decido compartir el taxi con esta persona.

El se sienta en el asiento de adelante sin preguntar. El trayecto, que llevó alrededor de una hora, estuvo dominado por el silencio, con alguna charla insignificante en el medio. El se bajó apenas el taxi llegó al barrio de Miraflores pero yo tuve que llamar a la persona de contacto, que estaba durmiendo, para preguntarle donde era porque me había dado mal el número de la casa. Al cabo de unos cuantos minutos llegamos al lugar, el taxista ya estaba furioso y yo más. Bajó las mochilas y me quizo cobrar 5 soles más, casi 2 dólares, por "dar tantas vueltas". Obviamente que no se los pagué. Le dije que el me había dicho que sabía el lugar al momento de tomar el taxi, siempre dicen eso y nunca saben, y que eso no es argumento justo para cobrar más de la cuenta. El tipo insistía en que le tenía que pagar más y yo en que no. Además de eso, no tenía cambio. Lima no me había recibido del todo bien, eso sumado al mal clima que es habitual. Al cabo de un rato se da por vencido. La señora que me recibía, sin putearlo, le dijo que era un avivado y qué cómo me iba a cobrar demás. Ella tampoco terminaría siendo tan santa...

Entré al lugar, subí las mochilas. Era una casa vieja, amarilla y despintada. Se entraba por una puerta de madera, vieja, que no tenía llave, por la que podía saltar si quería. Un pequeño patio hacía de pasarela hacia la puerta principal de la casa, que también estaba desgastada. Mi temporal morada sería en el piso de arriba, con lo que subí la escalera y la señora me mostró la habitación. Mi primera impresión no fue la mejor: estaba vieja, con un televisor muy pequeño, (que nunca utilizo) una ventana grande y con la cortina caída, una cama de dos plazas con frazada y sábanas viejas, una cómoda también vieja de madera rústica que contenía en unos de sus cajones colillas de cigarros. El ventilador estaba de adorno, nunca supe si funcionaba, y el olor a humedad inundaba. Estuve un día. Creo que más no hubiese aguantado, ni a la dueña. Pero lo peor de todo era que no tenía cocina y también el baño que estaba en el patio y era compartido, aunque eso lo hubiera tolerado más que no poder cocinarme o calentar agua en el momento que quisiera.

"Lucía sabe, preguntale a ella", me respondía la anciana dueña del hostal/hospedaje cada vez que le preguntaba algo relacionado a internet, como por ejemplo la contraseña. Lucía es una chica argentina que vivía ahí y ella asociaba que porque éramos del mismo país podía resolver todas mis dudas/preguntas/interrogantes/reclamos. Pero no fue así. Al cabo de unas horas de estar allá, y de ducha y mini descanso, la conocí. Le habían rechazado el ingreso en Bogotá, porque probablemente no le cayó bien a la de migraciones y no le permitió el paso y por eso estaba allí, en Lima y en ese lugar.
La habitación costaba 10 soles, es decir 3, 5 dólares, o sea muy barata. Estaba sola, aunque al lado de la habitación de esta chica pero sola al fin y con cama doble, a pesar de todo lo que mencioné antes.

Ese día fue largo. Salí a comer y lo mejor que encontré fue una hamburguesa, papas fritas y gaseosa a unas cuadras de allí. El barrio Miraflores es uno de los más elegantes y costosos de la capital peruana. Pero la comida y la gente no eran tan elegantes. Comida chatarra o rápida por doquier y gente que no saluda abundaban por todas partes. Aunque eso no me importaba. Me importaba más estar cómoda en un lugar, aunque sabía que al otro día ya no estaría allí. Por eso me puse a buscar couch y enseguida me respondieron. Un chico que vivía con su madre, J, me dijo que sí me podía hospedar. Le solicité 2 días y eso fue lo que me quedé. En esos 2 días hicimos muchísimas cosas. Conocí otros rincones de la capital que antes no había visto. No me arrepentí de haber ido por segunda vez, en general no me arrepiento de nada, porque inspeccioné otros aspectos y probé otras comidas que antes no.

Al día siguiente quedamos en la plaza y nos encontramos ahí. Me estaba esperando con un montón de preguntas y con una sonrisa. Al cabo de responder algunas de sus dudas, caminamos en busca del bus. Unos minutos que se hicieron más largos de los que realmente fueron tomó el llegar a la parada del colectivo que no nos llevaría directo a su casa pero si hasta una calle y de ahí al taxi que sí nos dejaría en la casa. Su madre no estaba pero llegó al rato. Una señora bastante seria y de unos 46 años ingresó a la casa y, saludando muy por encima, se fué a la habitación. Unas horas después hizo la cena, no recuerdo bien pero fue algo con pollo. Y un rato después, de  probar el mate, que ella se negó de manera repulsiva y contundente a probar,  estaba durmiendo sobre un colchón inflable.

El sábado fue día de hacer cosas: paseo por el centro de la ciudad, degustación de comidas que antes no había probado, subida al cerro para ver la ciudad, ida al parque de las luces de agua, caminatas. Fué un día completo. Caminamos, vimos y probamos sabores. Al final del día ya estaba muy cansada pero había valido la pena.

Al día siguiente ya cambiaba de lugar. Paracas era el destino y unas siete horas me separaban. Me tomé un colectivo hasta un puente, que no recuerdo el nombre, y de ahí me quedé esperando un rato hasta que alguna amable persona frene con su vehículo. Al cabo de un rato, frena un camión. Iba a otro otro lugar pero me dejaba a una hora de mis destino.  Allá me estaría esperando un couch. Me deja en un pueblo feo, San Clemente, a unos minutos de Pisco. A los minutos frenó una moto que hacía de taxi y me dijo que me vaya de ese lugar porque era peligroso. Ante esa recomendación le hice caso. Me dejó a unos cincuenta metros de ahí. Espero un ratito y decido tomarme un taxi hasta Pisco, porque de ahí no iba directo. Cuando llegué me encontré con un colombiano, que también iba a Paracas, hablamos un poco y compartimos el taxi. Al llegar, él buscó alojamiento y yo me quedé en el negocio del couch, que alquilaba motos, y también administraba un hostel. Me sorprendió saber que la habitación donde dormiría era la guardería del lugar y una cama cucheta donde dormía él con el hermano. Allí estuve solo una noche. El durmió en otro lugar, claro.

A veces ir a una casa de couchsurfing es el lugar soñado y otras lo detesto. Hay gente que piensa que porque aloja a alguien tiene otros derechos y no es así, obviamente. Con esta persona puntualmente me pasó lo segundo. Sin propasarse o intentar algo directamente, trató, con palabras de hacerme creer algo que no iba a pasar.

Acá estaba antes de salir de Cancún.

Desierto de Huachachina, Perú.


Volviendo...



Nazca.






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