Me vine a dedo desde un pueblo, en realidad no era un pueblo, era un paraje. La cosa es que estuve más de una hora, creo, o más o menos, y al rato, ya cansada, para un camión grande que traía envases de botellas de vidrio.
Nada simpático y de unos 60 años ( calculo) porque, según dijo, hace 45 años que realizaba el mismo
trabajo: Viajar en camión.
El viaje fue bastante aburrido. Silencio durante mucho tiempo, la mayoría del tiempo, y alguna escueta conversación-monólogo, del tipo:
-" Con este trabajo no hay mujer que le aguante a uno, todas se van..."
- " Aha, claro...", afirmaba yo, sin mucho más que agregar al respecto.
Y así transcurrió el viaje, sin muchos idas y vueltas ni ánimos de intentar una cordial conversación por parte de ambos. Cuando el hombre se detenía a un lugar, a tomar un café, por ejemplo, me enteraba en el momento que lo hacía y porque preguntaba. No era capaz de decirme que era lo que íbamos a hacer.
Al cabo de unas 7 horas aproximadamente, y en una estación de servicio, en el medio de la nada, me dice:
- " Llegamos..¿ Qué vas a hacer?, acá te puede llevar otra mula..."
- Mi sorpresa se había convertido en indignación al escuchar esas palabras.Lo primero que pregunté fue:
-"¿ Cómo que llegamos? ¿ A dónde llegamos? A esta hora no me voy a ir a ningún lado.
Claro, luego de viajar más de 7 horas en un camión a 20 kilómetros por hora no tenía más ganas de seguir moviéndome. Decidí quedarme en ese lugar que no tenía idea de donde era. Después de preguntar, enteré que estaba en Puerto Bélgica. Una estación de servicio a mitad de camino.
La cuestión es que a partir de ese momento el tipo se desligó totalmente de la situación. Se fue para otro lado y no colaboró ni siquiera con la mochila pesada.
Enseguida pregunté por el valor de una habitación pero como no llevaba mucha plata, averigué si se podía pagar con tarjeta. Ante la negativa y poca predisposición de la empleada, decidí pedir ayuda a los empleados de la estación de servicio. Uno de ellos me quiso cobrar 5.000 pesos por su " servicio", argumentó que él no ganaba nada haciendo eso y le dije que a mí el banco me cobraba el 35 % de impuestos por sacar ese dinero y que le daba una pulserita de las que traía y aceptó.
Unos minutos más tarde estaba en una pequeña calurosa habitación con ventilador y baño privado. Escuché ruidos extraños de algún animal y le pregunté al empleado qué eran.
-" Ah... eso son lagartijas...", me dijo.
Mi cara no disimulaba mi reacción. No sabía si ir para otro lugar, aunque a esa altura de la noche ya no había muchas opciones. Así que decidí quedarme en esa habitación que tenía ventana pero que se cerraba. No escuché más ruidos aunque después me costó dormir, sobre todo porque lo que había cenado no me había alcanzado y me había quedado con hambre.
Dormí poco esa noche. Menos de 6 horas y estaba cansada. Decido ir a buscar a esta persona poca grata, no sé porqué insistía ( supongo que por mis ganas de llegar a destino), que me había dicho que salía entre las 7 y 8 de la mañana sin mucho énfasis. No eran las 6 y 30 aún y el tipo ya se había ido. Mi bronca me desbordaba, tal es así que saludé al del restaurant puteando al hombre este. Su respuesta fue una mirada y silencio. Nunca más dijo nada. Ni siquiera la empleada cuando le pregunté a qué hora se había ido este " buen hombre".
- " Ah, yo no se, no se...",me contestó eludiendo mi pregunta.
Pero me mantuve firme y decidí borrar ese momento y buscar otra alternativa. Me crucé la ruta y enfrente había varios camiones parados. Pregunté en el kiosco cual de ellos era el camionero. Le dije si me podía llevar y me contestó que " la empresa no le permite llevar gente...". No le creí. Al lado había otra persona, delgada y con bigotes.
-"¿ Para dónde va?, me preguntó.
-"¿ Para dónde va?, me preguntó.
- " A Cartagena", le dije.
-"Yo la llevo". Mi día cambió en ese instante.
Salimos del lugar un poco antes de las 7 de la mañana del día domingo. El viaje no fue tan aburrido como el del día anterior porque éste hablaba más y parecía mejor persona. Pero estaba super cansada así que de a ratos trataba de dormir aunque prácticamente no dormí nada.
- "Acá mismo, ve donde está la mancha, hace un mes la guerrilla quemó 7 carros", sostuvo de una manera indiferente.
Mi cara tampoco disimuló en ese momento.
-" ¿ Qué?, Pero por qué?, ¿Qué culpa tiene la gente?", lo abrumé con preguntas ante lo que había dicho.
Un gesto similar a un no sé fue su respuesta.
De ahí en más fue un momento poco tenso. Después me contó que había llevado guerrilleros y paramilitares. Estaba entre absorta, sorprendida e indignada. Ya no me podía bajar.
-"¿ Y no pasó nada?, ¿No le hicieron nada?, continué con las preguntas.
-"Nada, uno tiene que ir como un caballo, siempre pa´delante", sostuvo el hombre.
Me imaginé en ese momento que en cualquier instante se nos podían cruzar en el camino guerrilleros o paramilitares y que nos hacían bajar del camión y nos apuntaban con armas pidiéndonos dinero. Pero nada de eso pasó.
Al cabo de un rato, paramos a comer algo, en realidad yo porque el hombre, José se llama, sólo tomó un café y un poco de arroz que me había sobrado. El resto se lo tiró a las gallinas que había en el lugar donde paramos.
El baño era la tierra. La señora colocaba papaya y agua para vender como si alguien la hubiese pedido. No hablaba casi o si lo hacía era con un sí o un no. El perro, atado, parecía ser maligno y cuidar la casa.
Al poco rato pasó a ser un recuerdo, al igual que los rayos que amagaban con aparecer. Unas horas más tarde llegaba a la ciudad colonial pero no al centro, sino a unos kilómetros. Me tomó más de una hora ir de la estación de servicio hasta el destino. En el medio, no me cobraron ningún pasaje.
-"Yo la llevo". Mi día cambió en ese instante.
Salimos del lugar un poco antes de las 7 de la mañana del día domingo. El viaje no fue tan aburrido como el del día anterior porque éste hablaba más y parecía mejor persona. Pero estaba super cansada así que de a ratos trataba de dormir aunque prácticamente no dormí nada.
- "Acá mismo, ve donde está la mancha, hace un mes la guerrilla quemó 7 carros", sostuvo de una manera indiferente.
Mi cara tampoco disimuló en ese momento.
-" ¿ Qué?, Pero por qué?, ¿Qué culpa tiene la gente?", lo abrumé con preguntas ante lo que había dicho.
Un gesto similar a un no sé fue su respuesta.
De ahí en más fue un momento poco tenso. Después me contó que había llevado guerrilleros y paramilitares. Estaba entre absorta, sorprendida e indignada. Ya no me podía bajar.
-"¿ Y no pasó nada?, ¿No le hicieron nada?, continué con las preguntas.
-"Nada, uno tiene que ir como un caballo, siempre pa´delante", sostuvo el hombre.
Me imaginé en ese momento que en cualquier instante se nos podían cruzar en el camino guerrilleros o paramilitares y que nos hacían bajar del camión y nos apuntaban con armas pidiéndonos dinero. Pero nada de eso pasó.
Al cabo de un rato, paramos a comer algo, en realidad yo porque el hombre, José se llama, sólo tomó un café y un poco de arroz que me había sobrado. El resto se lo tiró a las gallinas que había en el lugar donde paramos.
El baño era la tierra. La señora colocaba papaya y agua para vender como si alguien la hubiese pedido. No hablaba casi o si lo hacía era con un sí o un no. El perro, atado, parecía ser maligno y cuidar la casa.
Al poco rato pasó a ser un recuerdo, al igual que los rayos que amagaban con aparecer. Unas horas más tarde llegaba a la ciudad colonial pero no al centro, sino a unos kilómetros. Me tomó más de una hora ir de la estación de servicio hasta el destino. En el medio, no me cobraron ningún pasaje.
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